¿Qué enseña la Biblia en Romanos 8:28-30 en cuanto a la predestinación?
Respuesta:
Aviso importante: Esta respuesta es la primera en una serie de 6 basada en textos claves de Romanos capítulos 8 y 9 que se relacionan con el tema general de la predestinación.
Uno de los peores enemigos del cristiano es la duda. Y quizás la duda nunca influye más en la mente del individuo que cuando él está sufriendo algún contratiempo. Cuando vienen reveses económicos, o enfermedades, o problemas familiares la primera tendencia del ser humano es dudar de la bondad de Dios. Muchas veces los hijos de Dios piensan que han de haber hecho algo que desagrada a Dios y, por lo tanto, Dios los está castigando. Desde tiempos antiguos, los hombres han visto el disfavor de "los dioses" en todos sus padecimientos. Pero la mayoría de las veces tales pensamientos de duda son instrumentos de Satanás para desanimar y en el fin causar que perdamos la fe completamente. Es a este problema que el apóstol Pablo se dirige en Romanos 8:28-30 que es nuestro texto para este estudio. En el contexto de Romanos 8, Pablo está enseñándonos sobre el problema del sufrimiento. El sufrimiento es algo que tenemos que aceptar mientras estemos en esta vida terrenal. Pero Dios nos ayuda en varias maneras, animándonos a aceptar los padecimientos que nos vienen y a seguir en nuestro servicio a Dios a pesar de tantos problemas que nos azotan en esta vida. No debemos hacerles mucho caso a los sufrimientos del tiempo presente puesto que no son comparables con la gloria venidera que será nuestra si somos fieles al Señor (Romanos 8:18). También el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad para que la voluntad de Dios sea hecha en nuestra vida (Romanos 8:26-28). En Romanos 8:28-30 la Biblia nos enseña que los problemas de la vida no deben desanimarnos si realmente amamos a Dios, porque El tiene un propósito para nosotros que no puede ser cambiado por ningún problema de esta clase, a menos que nosotros perdamos la fe en Él.
La Biblia dice en Romanos 8:28-30, "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorifico."
Dios, dice el apóstol Pablo, ha predeterminado que todo va a salir bien en el fin para todos los que sinceramente le aman. Aunque parece que todo nos va mal, debemos confiar en que Dios tiene un plan para nuestra gloria al final. Si estamos realmente entre los que son llamados conforme a su propósito divino, no debemos dudar ni siquiera por un minuto porque Dios está obrando en los eventos de nuestra vida para que al final del camino todo sea para nuestra salvación eterna. Esto no es algo que pensamos sino algo que realmente SABEMOS. Estamos seguros de esto; no cabe duda aun en medio de las pruebas más duras de la vida. No obstante, debemos entender que él no está diciendo que solo bien nos va a suceder. En ninguna manera. Tiene que venir el mal también; las aflicciones son parte de la vida terrenal y el cristiano no puede evitarlas tampoco. Pero sí está afirmando que Dios está obrando en todas las cosas, buenas y malas, que nos suceden para que tarde o temprano nos ayuden a bien. Dios no causa que tengamos una enfermedad, ni podemos decir que la enfermedad misma sea una bendición de Dios; pero Dios obra en aquella enfermedad para que produzca en nosotros algún fruto que sea de beneficio para nosotros. Por lo tanto, el cristiano no debe ver las cosas solamente por encima, ni debe desanimarse cada vez que tenga algún contratiempo, porque "sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien."
Podemos ver en el versículo 28 dos requisitos para poder recibir tan grande bendición de seguridad como la que hemos estado estudiando. Estos requisitos son: primero, amar a Dios; y, segundo, ser llamado conforme a Su propósito. En cuanto al primero, sabemos que creer que hay un solo Dios es una cosa, pero amarlo es otra muy distinta. Casi todos creemos que Dios existe, pero muchos no pueden decir sinceramente que le aman porque no hacen Su voluntad ni siquiera se preocupan por conocerla. El Señor Jesús dijo, "El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él" (Juan 14:23). Si queremos la presencia del Padre Celestial y de Cristo Jesús en nuestra vida tendremos que guardar Su palabra. Esta es la gran prueba de nuestro amor para Él. Y de esto depende también la seguridad de que todas las cosas nos ayudarán a bien. Dios no ofrece esta seguridad a todos los hombres, sino solamente a los que han obedecido su evangelio, ni siguiera a todos los bautizados sino solamente a aquellos bautizados que le son fieles, que obedecen sus mandamientos; es decir a aquellos que verdaderamente le aman. ¿Quiere usted esta confianza en su vida, mi hermano? La puede tener si sinceramente ama a Dios. Pero si su amor es uno de palabras solamente, o de un sentimiento emocional nada más, no es la clase de amor que Dios espera de usted, ni la clase de amor que produce tan grande bendición. El amor de Dios de que habla la Biblia es un amor que escudriña la Biblia para conocer la voluntad de Dios y luego que guarda la Palabra de Dios diariamente. "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien." ¿Realmente ama usted a Dios?
Si usted siente un amor profundo para Dios, debe saber que hay otro requisito en nuestro texto para recibir esta gran bendición de Dios. Para que todas las cosas le ayuden a bien, usted tiene que ser uno de aquellos que son llamados conforme al propósito de Dios. "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados." (Romanos 8:28). Los llamados. ¿Quiénes son ellos? ¿Cuál es este llamamiento? ¿Cómo recibimos este llamamiento? ¿Quién nos llama y cómo? Hay mucha confusión sobre estos puntos pero la Palabra de Dios ha de tener una respuesta muy clara para todas estas preguntas. ¿Qué dice la Biblia?
Primeramente, debemos aclarar que la Biblia no dice en ningún versículo que cuando somos llamados sentimos algún poder misterioso que domina nuestro ser ni que nos llena de calor y temblor. El llamamiento de Dios no es un misterio. No es algo mejor expresado en emociones que en palabras entendibles. No es algo que el Espíritu lleva acabo directamente sobre el corazón del individuo. ¿Cómo llama Dios al hombre? La Biblia dice que lo hace a través de la Palabra. La Biblia explica este punto con bastante claridad en II Tesalonicenses 2:23,24. La Biblia dice: "Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a los cuales os LLAMO MEDIANTE NUESTRO EVANGELIO, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo." Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, dice que somos llamados MEDIANTE el evangelio. No hay otro medio. Dios nos llama, pero no lo hace DIRECTAMENTE SINO MEDIANTE algo, y este algo es el evangelio de Cristo. El evangelio que Pablo predicaba, el poder de Dios para salvación, el mismo evangelio que predicamos ahora, es el medio que Dios ocupa para llamar al pecador. El propósito de Dios es salvar al hombre por medio de Cristo Jesús, pero lo hace solamente cuando nosotros recibimos su llamamiento, y lo recibimos únicamente por medio del evangelio. Muchas personas escuchan el evangelio; entienden algunos de los mandamientos de él, pero no obedecen, dicen ellos, porque todavía no han sido llamados. Otras personas escuchan un mensaje religioso, que ni es el verdadero evangelio de Cristo, y por algún sentimiento emocional en su corazón piensan que han sido llamados por Dios. Ambos grupos están equivocados en sus pensamientos. Si usted ha escuchado un evangelio pervertido o sea incompleto, por mucho que le mueve el corazón, usted no ha sido llamado por Dios. Sin duda usted ha sido llamado, pero no por el Señor porque Él llama solamente por medio de su Palabra pura. Si usted ha escuchado el evangelio del Señor, no espere otro llamamiento, porque no le viene nada más del Señor. Su poder para llamar y salvar es el evangelio, nada más (Romanos 1:16). Los de Roma que fueron llamados, según Romanos 8:28, fueron llamados por el evangelio que predicaron los cristianos del primer siglo. Y era basado en ser llamado así, conforme al plan divino, conforme a la doctrina verdadera, que el apóstol Pablo les anima a soportar todas las aflicciones de esta vida porque a ellos Dios hace que todas las cosas les ayudan a bien. ¿Ha recibido usted este llamamiento verdadero del Señor? Si lo ha oído, no tarde en obedecer. "Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones." (Hebreos 4:7). Usted debe obedecer al Señor hoy mismo, creyendo en Su poder para salvar por medio de las buenas nuevas del evangelio de Cristo. Usted debe arrepentirse y ser bautizado para perdón de sus pecados, lo más luego posible, porque las promesas del Señor son solamente para los que le aman y que son llamados conforme a su propósito.